domingo, 23 de junio de 2019

PUNKS EN EL CINE- Martín Nuñez.


Este valioso artículo fue publicado en Crudo Soy zine #8, año 2018. Escrito por Martín Nuñez quién quiso plasmar todo su conocimiento sobre rarezas del cine y su afición personal por el Punk. Desde acá se agradece este texto, pues la conexión entre Punk y cine cuenta con una historia basta y llena de diversas maneras de entender tanto al uno como al otro, desde ópticas muy divergentes, desde lo serio a lo burlesco, desde la sátira al documental de autor. De pasada les invito a revisar el trabajo que el mismo Martín desempeña con su propio MIEDO fanzine en fb.com/miedofanzine. 



Hablar de Punks en el cine resulta una tarea interminable y engañosa, pues el cine ha retratado el movimiento de muchas maneras, desde la caricatura hasta la ofensa, pero el punk es tan profundo y hermético que nunca una película gozará del respeto de todos quienes siguen la música ni tampoco de quienes proclaman llevar la verdadera bandera del punk (¡!) y también, como es típico, el acercamiento de los medios masivos al tema generalmente se ve cubierto por un halo de sensacionalismo que logró crear la imagen nefasta con que se asoció al movimiento; pero el punk, entendido como una fuerza creativa que responde a la urgencia, y no como un grupo de borrachos pidiendo plata para terminar intoxicados en alcohol, ha sido uno de los movimientos contemporáneos que más injerencia ha tenido en el mundo del arte, si no el que más. Resulta irrisorio que conceptos básicos del punk, como el Hazlo tu Mismo hoy en día sean absorbidos por sectores del mainstream para inflar sus propios egos y poco ayuda también el hecho de que el punk hoy sea, en muchísimos casos, sólo una parodia de sí mismo.

Pero ¿qué relación tienen los punks con el cine?.

Desde el cliché, la parodia y los estereotipos, los primeros acercamientos de la cultura oficial hacia el movimiento fueron simples caricaturas, pero antes, un grupo de talentosos realizadores que no tenían aptitudes musicales vieron en sus propias cámaras la forma de aportar a una emocionante corriente nueva que hablaba de hacer y no de teorizar.

Es por ello que los primeros registros cinematográficos sobre el punk provienen de realizadores que estaban en el momento y quisieron documentar aquello que les parecía tan nuevo y excitante, como es el caso de Blank Generation, una serie de registros del Nueva York de 1976 en el que aparecen los incomparables Ramones junto a otras leyendas del CBGB’s como Talking Heads, Television y los New York Dolls en una cinta que recopila diversas actuaciones. En la misma línea pero mucho más documental tenemos la película canadiense de 1977 Crash ‘n’ Burn del realizador Peter Vronsky, quien mezcla entrevistas con presentaciones en vivo de clásicos del excelente punk canadiense tales como Viletones, liderados por Nazi Dog, quien hace parecer a GG Allin como un copión, y los powerpop The Diodes. Aunque simple en su factura resulta muy valiosa desde el punto de vista sociológico y que ya planteaba la eterna discusión del punk versus los medios de comunicación. Un año después se estrena en Canadá The Last Pogo, un documento invaluable a la hora de mostrar la crecida escena canadiense, en la que se registra en su apogeo a bandas como los mismos Viletones, The Ugly y y la accidentada presentación del grupo más popular de la primera oleada del punk Canadiense, Teenage Head. En 1978 Don Letts cubre la escena inglesa con The Punk Rock Movie, pero toda la mala fama y la animadversión de la prensa hacia el nuevo movimiento genera el salto del documental a la ficción y quien más que Roger Corman tendría el ojo comercial tan afinado para contratar a Los Ramones en la extravagancia teenager Rock ‘n Roll High School, una comedia colegial chiflada que como máxima atracción cuenta con una poderosa actuación de los 4 genios de Nueva York. Incluso la televisión alemana se interesó por lo que sucedía y en 1979 produce Bored Teenagers, documental periodístico en el que destaca la presencia de The Adverts.


Para este punto afloran las implicancias negativas del movimiento que criticaba y amenazaba el stablishment, y la creatividad y su música son reducidos al nivel de salvajes pandillas y The Warriors es probablemente la primera cinta que incluye a actores disfrazados de punks para retratar a estos desadaptados.

Fue tal la presencia en los medios de comunicación que grupos como The Clash y los Sex Pistols son los protagonistas de sendos documentales que rozan la autoindulgencia y que independiente de sus resultados reflejan muy bien el momento que atravesaba la escena más popular. Pero no es hasta 1981 que la realizadora Penelope Spheeris logra documentar de forma honesta y ligeramente sensacionalista el verdadero movimiento punk estadounidense en el que ya tomaba fuerza el Hardcore con The Decline of the Western Civilization, un excelente registro que incluye entrevistas y actuaciones de Fear, Circle Jerks y el Black Flag de Reyes, Dukowski, Ginn y Robo, entre otros. Spheeris logra alejarse de la caricatura y capta la urgencia, la fuerza y el feísmo propios del punk en la que tal vez sea la primera película 100% punk, es decir, confrontacional, precaria y exuberante.

La misma realizadora dirigía en 1984 una de las piezas clave de la temática punk en el cine, Suburbia, una ficción con tintes documentales que muestra las vidas de un grupo de punks y los conflictos que enfrentan en sus propias vidas y con la conservadora sociedad gringa. Para esta cinta, Spheeris no quiso contar con actores reales y logró convencer a verdaderos punks para que actuaran en la cinta, con resultados sorprendentes. Producida por Roger Corman, la película incluye actuaciones de D.I., TSOL y The Vandals como banda sonora para una oda a la angustia y desesperación de una juventud marginada. Vista hoy quizá parezca un poco cliché y melodramática, pero claramente el respeto con que se trata a los jóvenes outsiders la enmarca como una de las obras favoritas de quienes gustan del género. Años más tarde, la directora volvería al punk con la tercera parte (la segunda es una oda a los ridículos excesos del Metal en varias de sus vertientes) de The Decline of western civilization, esta vez registrando la tormentosa vida de jóvenes crust y squatters en un documental que sorprende y entristece en su crudeza y realismo. Spheeris se anota otro hito con Dudes (1987), un road movie punk que logra momentos de cine de autor pero que a medida que avanza el metraje va perdiendo fuerza.

El mismo año se estrena otra pieza clave del supuesto subgénero “punks en el cine”, Repo Man, dirigida por Alex Cox y que también entiende el movimiento con respeto y fuerza y que entre alienígenas, fanáticos religiosos, conspiraciones y un trabajo asalariado de mierda retrata la vida cotidiana (¿?) de Otto (Emilio Estévez) un joven marginado que sufre con sus trabajos y pasa las penas de amor al ritmo de The Plugz, Black Flag y los Circle Jerks. Cox era un seguidor de esta música y supo retratar muy bien en pantalla la frustración juvenil logrando como resultado final una de las películas estadounidenses más extrañas y singulares de los ochenta. Cox volvería con el punk en la película biográfica Sid & Nancy, una excelente cinta que retrata los últimos días del payaso de Sid Vicious.

En esa misma época la moralina impuesta en los Estados Unidos por Reagan y su pandilla de cerdos religiosos y codiciosos vio en el punk una amenaza y es por ello que se ve desfilar a actores disfrazados de punks para encarnar a pandilleros agresivos en una serie interminable de cintas. Resulta curioso que esta descripción básica de los punks haya inspirado a miles de jóvenes a adoptar una estética superficial y centrarse en la violencia como los ejes de un movimiento que partió con otras intenciones. No deja de extrañar que incluso en Chile haya pseudo punks que entendieron del punk lo que el conservador Hollywood quiso mostrar y denostar a través de la tergiversación, dando como resultado cientos de energúmenos cuyo disfraz supera la consistencia ideológica que supone el movimiento. 


Pero dentro de Latinoamérica también se produjeron películas con punks como protagonistas, siendo la más famosa Intrépidos Punks, un desvarío mexicano de 1983 que guarda más relación con Mad Max, en versión canalla, que con el movimiento en sí. Acá los punks son cerdos y delincuentes que amenazan la tranquilidad de los ciudadanos de buen vivir. La película es tan pésima que su visionado se hace obligatorio para todos quienes gocen con el mexploitation más salvaje y sin sentido.

Ojo que la cinta tendría una secuela en 1989, La Venganza de los Punks, otro delirio demente que se aferra al filón comercial de las películas del tipo “vigilante”, subgénero que incluiría punks en más de una trama, siempre retratados como pandilleros sin ética ni neuronas (cof cof).

Ya totalmente enraizada en la marginalidad Rodrigo D No Futuro es una excelente y cruda película colombiana de 1989 en la que el realizador Víctor Gaviria retrata la pobreza y la angustia de los barrios marginales en una trama devastadoramente cruda,

musicalizada por clásicos del sucio y genial punk colombiano tales como Pestes y Agresor. Siguiendo en el continente Porcel protagonizaría la comedia familiar El Profesor Punk… no se puede hablar mucho de ella, claramente.

¿Y qué tal Chile? Bueno, la ficción no se ha adentrado en el tema salvo en Caluga o Menta, una cinta que sin retratar a punks, muestra la angustia de la juventud marginal post dictadura en una película que algo se relaciona con la actitud punk (además de tener en el elenco a Rodrigo Feto Peña, quien además cita alguna canción punk española al tiempo que habla en códigos marcianos). 

Robocop, Terminator, Weird Science, Revenge of the Nerds y decenas más de títulos Hollywoodenses no dudaron en incorporar punks en sus tramas a la hora de usar personajes drogadictos y filo delincuentes en una ola que tal vez alcanza su apogeo con la involuntariamente jocosa The Day my Kid went Punk, un telefilm que buscaba apoyar a todos aquellos padres que sufrían por tener un hijo que simpatizara con esta contracultura. Incluso Woody Allen incorpora a la banda canadiense 39 Steps en Ana y sus Hermanas, la opinión de Allen sobre la banda es muy acertada “Cuando terminen de tocar van a tomar rehenes”, clama un asustadizo Allen ansioso por abandonar el local.

Pero nuevamente el underground trataría con más respeto al movimiento y es en cintas como Brain Damage, Polyester, Killing Spree y Killer Klowns from Outter Space en que vemos a los punks como personajes algo caricaturescos pero un paso más allá de ser simples delincuentes.

Para ir cerrando este pincelada sobre el tema, cabe destacar dos producciones canadienses que se encuentran entre lo más alto del asunto acá tratado: Terminal City Ricochet, una farsa futurista y distópica en que vemos el rol de los medios en el adormecimiento social con actuaciones de Jello Biafra y Joey Shithead, acompañados de un soundtrack que incluye a DOA y Nomeansno. La otra cinta que destaca es Hardcore Logo, un documental falso que refleja muy bien el estado del punk a mediados de los 90s en donde el patetismo y la porfía se retratan a la perfección.

En este artículo no hemos si no rozado la inmensidad de esta temática, pero espero sirva para despertar cierta curiosidad por un mundo tan inabarcable y que hasta el día de hoy sigue sumando películas de ficción y documentales. Quizá en futuro hablemos del cine punk, aquel de Nick Zedd, Richard Kern y la No Wave, que es un tema casi inabarcable por si solo. El punk puede haber muerto, pero no en el cine, al menos.